Voces del Diplomado: Ensayos de Arte e Intervención Social
En este espacio encontrarás trabajos reflexivos creados por egresadas y egresados de nuestro Diplomado en Terapia de Artes Expresivas como Herramienta para la Intervención Social. Cada ensayo surge de sus procesos de prácticas, en los cuales diseñaron y llevaron a cabo talleres de artes expresivas, y en ellos comparten sus reflexiones, aprendizajes, retos y descubrimientos.
Aquí se conjugan la creatividad, la emoción y el pensamiento crítico para compartir visiones sobre cómo el arte puede transformar contextos, generar vínculos, visibilizar lo invisible y aportar al bienestar colectivo. Cada autor o autora reflexiona desde su propia práctica, desde sus herramientas expresivas —como la pintura, la escritura, la danza, la música u otras formas—, invitando al lector a entrar en diálogo, cuestionar, imaginar y reconocer nuevas posibilidades.
Te invitamos a recorrer estos ensayos no sólo como observador, sino como participante en la reflexión: que lo que lees despierte preguntas, inspire ideas y nutra tu propio camino en el arte, la intervención social o la práctica terapéutica
Acompañamientos a colectivos
ACOMPAÑAMIENTO DE NIÑAS EN CASA HOGAR POR:
Jessie Valeria Cabañas Solís.
Casa hogar de niñas de Chihuahua A.C.
Desde pequeña encontré el mundo del arte usándolo como herramienta cotidiana para el juego y la expresión. Actualmente me encuentro haciendo mis prácticas profesionales de la licenciatura en psicología en la casa hogar de niñas donde realicé mis prácticas del diplomado. Descubrí que unir la psicología y las artes expresivas en mi práctica es algo que me apasiona y me emociona compartir y acompañar a diferentes comunidades en espacios llenos de ternura, sensibilidad, aceptación y juego que permitan a lxs seres humanos sentir y expresar. Tomar las artes expresivas de la mano para empezar a recorrer mi camino profesional me ha resultado muy satisfactorio y sanador, me ha permitido encontrar nuevas maneras de transformar dentro del goce y la ternura. – Titulo ́ del taller: Fotografías que palpitan. 20 horas de prácticas con niñas desde las Artes Expresivas. Taller realizado con niñas de entre 10 y 12 años en una casa hogar donde se buscó acompañar desde un espacio seguro, libre de juicio, tierno y de juego donde el enfoque era el goce a las actividades, la apertura a la toma de decisiones, el contacto natural individual y con su entorno, buscando resignificar los espacios en los que conviven la mayor parte del tiempo, ampliando la mirada hacia las posibilidades. Poder acompañarlas en este proceso de creación fue transformador; al ver cómo poco a poco iban permitiéndose a sí mismas el crear y contactar con ellas, con su entorno y las posibilidades a través de su obra y su juego. Verlas alzar su mirada, abrirse a su posibilidad creativa y explorarse me invitaba a tener ideas, me inspiraban.
Palabras clave: Habitar el no sé, alzar la mirada, fotografiar la posibilidad, niñas creadoras.
Colectivo: Las niñas del colectivo con las que trabajo se encuentran en edades de entre 10 y 12 años cursando entre cuarto y sexto año de primaria. Viven entre semana en la casa hogar de niñas en el centro de la ciudad de Chihuahua, Chihuahua, una casa de acogida religiosa (josefinas) donde se les brinda alimento, dormitorios, se les lleva a la educación básica en una primaria gubernamental, cuidados médicos y atención psicológica. Son niñas de la comunidad indígena rarámuri. Sus cuidadores primarios se encuentran en La Sierra Tarahumara o bien trabajan en la ciudad de Chihuahua (usualmente piden dinero en las calles, venden herbolaria y mazapanes, o son trabajadoras de la limpieza de hogares entre otros trabajos). Las niñas salen cuando sus cuidadores primarios van por ellas en los fines de semana, periodos vacacionales o en ocasiones de manera indiferente.
Descripción del taller: Las infancias son un mundo de posibilidades,en este caso, limitadas al inicio, donde fui encontrando muchos no sé, en preguntas como “tu comida favorita o el sabor de una fruta”. Si bien me enfrenté a retos reveladores, pude conocerlas desde una sensibilidad que a veces temían expresar y pude ir comprendiendo un mundo desde sus miradas, cada una diferente y especial y ver sus expresiones, que surgían cada vez más desde lugares seguros y su curiosidad.
Se dividió en cuatro grupos de cinco a seis niñas acorde a sus edades con las que trabajaba una vez a la semana (con cada grupo) entre una hora y media a dos horas en un periodo de aproximadamente un mes y medio.
Cada sesión se iniciaba con un periodo de juego donde se respetaba si alguna niña no quería jugar o si querían integrarse al juego a posteriori, jugando juegos como “stop” que nos invitaba a tomar pausas a la par de movernos y jugar con las diferentes posibilidades de pasos y saltos que pudieran hacernos llegar a la otra.
Se usó una caja comelona de juicios que a modo de juego usaban para decir sus juicios que después “tirábamos” a la basura asegurándonos de sacudir bien la caja, ellas podían ir a tirarlo o podían pedirme que yo fuera si ellas no querían. Solían reírse al tirarlo a la basura mientras que otras niñas de manera tímida al inicio, temían decirle algo a la caja comelona o preferían no decir nada; algo que con el tiempo al ver a sus compañeras reír y jugar con ella se iban atreviendo a querer decirle algo para ir a tirarlo o que yo lo tirara en la basura: el acto de tirarlo era ahora divertido. Cuando me pedían que lo tirara solían reírse y sin estar segura si algunas le decían algo a la caja solo para reir en mi actuación dramatizada de tirar el contenido, considero que el juego fue llenador y nutriente para todas, incluyendome. Aperturó el diálogo sobre qué era un juicio, nos ayudó a identificarlos y las motivó a usar la caja comelona que tal vez al inicio observaba, era para algunas, un poco retador o atemorizante.
Les acompañé a tomar fotografías en distintos espacios de la casa hogar donde cada una tenía su turno dando de base ejemplos y juegos de perspectivas para invitarlas a experimentar desde diferentes miradas, estas sesiones estuvieron llenas de sorpresas donde iniciando sin tanto movimiento de cámara, después se iban aperturando con la práctica y me hacían parte de las fotografías. Algunas niñas al ver a las otras experimentar más, tomaban de nuevo fotografías atreviéndose a nuevas miradas, reían y en el paso de la sesión, con tiempo, tenían ideas de nuevas posibilidades de fotos que nacían en su imaginación. Incluso, por ejemplo, se animaron a preguntarme si podíamos ir en busca de nuevas experiencias, como encontrar al perro de la casa para tomarle fotos. Al terminar la toma de fotos, seleccionaban sus favoritas y era igualmente un espacio de risas y asombros, llena de reacciones y diálogos al ir pasando la galería de fotos que habían tomado junto con sus compañeras, reían y la pasaban bien viendo imágenes en estos espacios que normalmente ven de rutina.
Acorde a la elección de las fotografías favoritas de cada una, las llevé impresas y las invité a intervenirlas con pintura, marcadores, telas, flores y hierbas secas, legumbres, brillos y pegamento de colores. Algunas temían intervenir y “arruinar” su imagen; en estos casos las invité a intervenirlas desde otras maneras que no fueran permanentes sobre su imagen. Liberaron su creatividad en esta forma (solo superponiendo brillos, plantas, etc). Otra niña usó su foto como el inicio de su obra y aunque no la intervino encima, debajo pegó una obra que le inspiró su imagen.
En la sesión de cierre se les invitó a cada una a colgar sus obras con pequeños broches en un estambre que amarré en un área común, se les invitó a las niñas creadoras y a las niñas del otro salón a dar un recorrido por el museo donde reconocían en donde era y se detenían a ver la intervención creada en cada imagen reaccionando con risas, asombros, silencios o inicio de conversaciones. Tenían una mesa donde puse marcadores, colores y pegamento de colores para que pudieran ir creando una obra colectiva, donde noté el impacto de lo que habían logrado expandir dentro: venían al espacio con gusto o sabían que podían decidir no venir a él y era respetado. Algunas iban en busca de flores y plantas en los arbustos, otras no temían ya en rayonear libremente sobre la hoja, otras niñas aunque no tenían ganas de festejar o crear ya no bajaban la mirada (algo muy común en ellas) y observaban a las demás. Me encontré con la sorpresa de que los “no sé” ya habían sido habitados para transformarse en sabores como sandía, helados de uva, manzana o papitas preparadas.
Esta experiencia me deja aún senti-pensando, recordando y evidenciando: comprendí que cada día tenían algo nuevo dentro que necesitaba ser visto, ya sea con un rayón, una pintura, un temor, un silencio o un no saber. Noté cómo lo importante era respetar su espacio y su tiempo, su querer o no querer, su saber o no saber, su dolor o su alegría y cómo al final, fueron encontrando un lugar seguro desde el que alzar la vista, mirarse a ellas mismas, a las compañeras y a lo que iba surgiendo en el proceso empezaba a ser menos atemorizante. Un proceso del que yo también fui parte: una marca queda en mi corazón de un gran movimiento colectivo que entre tanta sensibilidad, existió un abrazo escondido en silencios, sorpresas, juego, lágrimas que se escapan o sonrisas que temen ser vistas. En medio de todo esto, existe un pulso que palpita y es sentido, y que a la vez sentimos y dejamos ver.
Jessie Valeria Cabañas Solís
Contacto y multimedia:
Instagram: O.rgandi
Correo: jessievaleria00@gmail.com
ACOMPAÑAMIENTO A MUJERES MIGRANTES
EN ESTADOS UNIDOS POR:
Rosa del Carmen Salazar Valdez
Flores Silvestres en Tierra Extranjera
Biografía
Rosa nació en la Ciudad de México y fue una niña rodeada de artes expresivas desde su tierna infancia. Fue cobijada por la ternura del colectivo, el teatro, la danza, las artes plásticas, la fotografía y la escritura, que la han acompañado a lo largo de su vida. En 2022 conoció CREATAR y a la maestra Mariela Lopez, quien con su ternura guió a Rosa por varios talleres.
En 2024, Rosa decidió tomar el diplomado como un autorregalo de cumpleaños. Al llegar el momento de las prácticas, conoció a la maestra Ayelén Linardi, quien se convirtió en su supervisora. Rosa llevó dos ideas de prácticas a los colectivos donde era miembro, pero estas propuestas no fueron aceptadas debido al clima político imperante, lo que llevó al cierre temporal de dichos colectivos.
Lo que inicialmente parecía una adversidad se transformó en una oportunidad para que Rosa autogestionara sus talleres con un colectivo de mujeres migrantes. Cuando el clima político empeoró, realizó las prácticas desde casa y en modalidad virtual con su colectivo, al que nombró "Flores Silvestres en Tierras Extranjeras". En este momento difícil, las prácticas se convirtieron en una tabla de salvación en medio del océano para Rosa y su colectivo.
Resumen
El taller tuvo como propósito que las participantes conocieran su fuerza creativa, reconocieran su voz, su cuerpo y las historias que habitan en sus pieles, explorando cómo estas pueden ser transmitidas del cuerpo al papel. Se buscó identificar qué lenguaje utilizan para comunicarse consigo mismas, reconocer si existen vínculos saludables en sus relaciones intrapersonales e interpersonales, y conectar con su cultura.
Nuestra cultura nos enseña a cuidar los unos de los otros, a respetar a los mayores y a guiar a los más jóvenes desde la ternura. Una persona que comprende su cultura puede transformar su mundo. La humildad intercultural consiste en conocer y vivir mi propia cultura en tierra extranjera, respetando las culturas de los demás y construyendo comunidad a pesar de las diferencias. Esto también forma parte de quiénes somos, y no debemos olvidarlo porque la historia la cuenta nuestra piel.
En este taller me enfoqué en que las artes expresivas fueran mi acompañante para explicar a las participantes cómo podríamos conectar con las historias que llevamos en el cuerpo, en las manos y en los pies, y cómo una mirada o un oído pueden brindarnos conexión y seguridad emocional en tiempos de incertidumbre.
Las artes expresivas son una herramienta poderosa: en un proceso de dos horas se puede transitar de un estado de ánimo de tristeza, caos, dolor y sufrimiento a uno de calma y armonía, porque se vacía la mente en el papel, se conecta con los sentidos, se reflexiona sobre los diálogos internos y se alcanza esa flexibilidad de conectar en el presente, en el aquí y el ahora. Cada resonancia que experimentaban las participantes era como un milagro de fe, de creer que a pesar del dolor y el sufrimiento se pueden crear espacios de ternura donde podemos reflejarnos desde la mirada tierna de sostener los procesos en colectivo: me sostengo y sostengo, en colectivo soy sostenida y doy sostén, donde converge lo personal y lo colectivo, rodeadas por lo político.
Palabras clave: Calma, sostener, arrullo, cuidado.
Introducción y contexto
Este taller se llevó a cabo en una ciudad de Oklahoma en medio de redadas masivas, en una atmósfera de odio, miedo y juicios. Fue un tiempo de encuentro cara a cara con el sufrimiento y el dolor, y al mismo tiempo, las participantes del taller pudieron reconocer qué diálogos iban a internalizar desde sus procesos personales y políticos.
Para las mujeres migrantes, aferrarse a sus raíces fue una estrategia de afrontamiento al caos y tristeza que se vivía en el contexto político de ese momento.
Metodología y dinámicas utilizadas
El taller se desarrolló a lo largo de 10 sesiones y 20 horas en total que incluyeron:
Meditación, respiración y grounding
Expresión artística mediante dibujo: implementé el proceso de "hacer una huellita", que consiste en hacer una marca en el papel para aquellas participantes que no podían dibujar, considerando que se encontraban bajo neblina mental
Movimiento corporal: trabajo con el movimiento del cuerpo, las manos y los pies
Reconocimiento del cuerpo: identificar y hacer consciente el cuerpo físico, despertarlo, dialogar con el cuerpo emocional, escuchar al mental y apapachar al cuerpo espiritual de cada participante, dependiendo del grado de aceptación.
En contextos donde lo político ejerce opresión, los cuerpos pueden estar rígidos, por lo que me enfoqué principalmente en el cuerpo físico. Las artes expresivas son un lenguaje, y podría haber participantes que conecten en diferentes niveles (físico, emocional, espiritual y mental), así como bloqueos que impidan que la creatividad fluya. Esa ventana de posibilidad son las artes expresivas.
En la última sesión (que pudimos hacer en presencia) pedí a las participantes que cerraran sus ojos y les leí todas las sesiones que fuimos trabajando, solicitándoles que la imagen que viniera a su mente la plasmaran en una obra en papel con pintura pastel. El resultado de las 10 sesiones se materializó en una obra y palabras que cosecharon como confianza, seguridad, "confiar en el proceso", "soy..." (decían sus nombres con orgullo y amor). Ese día fue espectacular para ellas; se habían vestido como si vinieran a un evento muy importante: reconocerse a sí mismas y agradecerse por su esfuerzo y valentía.
Resultados y experiencias
Como resultado, las participantes pudieron reconectar con su seguridad, hacer duelo por experiencias pasadas y sentirse más seguras y confiadas en sus procesos. Soltamos la rigidez, y me incluyo porque acepté recibir regalos.
Reflexiones y aprendizajes
Es importante en esta época actual que cada persona se tome el tiempo de trabajar un perfil personal, profesional y político. Por medio del diplomado pude crear dispositivos de artes expresivas y guiar a las participantes mediante diversos materiales y arte transdisciplinar. Dentro del taller aprendimos a hacer transfers artísticos, a dialogar con la obra y a reconocer cada perfil que llevamos.
Las resonancias artísticas fueron algo que les gustó mucho, ya que expresaron que es diferente resonar con dibujo, sonido y movimiento cuando alguien comparte su experiencia. Verlas orgullosas de sus obras y compartir fue un gran aprendizaje, pues las artes expresivas son un lenguaje que se debe replicar para que puedan mejorar en su práctica personal, profesional y política.
Conclusión
Cada persona es como una semilla, y cada persona florece a su tiempo, en su lugar y espacio. El arte, el juego y el ritual son parte del proceso y nos ayudan a reconectar para guiar y acompañar procesos. Las artes expresivas son un lenguaje. A veces podemos tener materiales, a veces ni siquiera un color; lo importante es no olvidar que tenemos voz y cuerpo para trabajar. Las artes expresivas ofrecen este abanico de posibilidades y se puede trabajar desde la rigidez hasta la flexibilidad.
Rosa del Carmen Salazar Valdez
Correo electrónico: rs3123119@gmail.com
¿Qué es acompañar desde la terapia de artes expresivas?
El acto de acompañar: en espiral hacia la presencia y la ternura
María Andrea Peña Hurtado
Artista y psicóloga con enfoque transpersonal e integrativo. Fundadora de Enespiral, acompaña procesos personales desde la sensibilidad y la creatividad, integrando arteterapia expresiva y la creación de espacios ceremoniales. Su experiencia incluye trabajo clínico con niños, adolescentes y adultos, promoviendo la expresión emocional y el desarrollo de la creatividad en contextos individuales y grupales. Combina su formación en psicología con un enfoque artístico, creando entornos de acompañamiento que honran la experiencia de cada persona y fomentan el autodescubrimiento y la transformación personal.
Título del artículo: El acto de acompañar: en espiral hacia la presencia y la ternura.
Resumen: Este artículo reflexiona sobre la experiencia de acompañar a otras personas a través de las artes expresivas, explorando la relación entre presencia, sensibilidad y creatividad. A partir de la experiencia en infancias, adolescencias, mujeres y grupos minoritarios, se analiza cómo el arte funciona como puente y espacio de dignidad, permitiendo la expresión de emociones y procesos internos sin juicios ni imposiciones. La reflexión personal incorpora la importancia de respetar la complejidad emocional y de reconocer la creatividad como un acto de valentía y autenticidad. El artículo sintetiza la visión de acompañamiento desde la co-presencia, la escucha profunda y la ética de sostener sin apropiarse.
Palabras clave: arteterapia, acompañamiento, creatividad, sensibilidad, expresión emocional.
El acto de acompañar desde las artes expresivas
Introducción: Acompañar surgió para mí como una pregunta que se abrió en el cuerpo antes que en la teoría. Una inquietud íntima y persistente: ¿cómo caminar junto a otras personas sin imponer una forma, sin corregir su ritmo, sin sustituir su voz? Desde mis primeros encuentros con la infancia, la adolescencia, los grupos minoritarios y las experiencias de vulnerabilidad, comprendí que acompañar no es dirigir ni salvar, sino estar. Estar con presencia, con respiración, con disponibilidad sensible. Estar con lo que emerge y también con lo que se oculta.
Pensar en el acompañamiento me inspiró porque siempre he sentido que las personas ya poseen un saber interno que busca expresarse, y que el arte funciona como una lengua primitiva, honesta y espontánea para revelar ese saber. Mi punto de partida es siempre el mismo: una escucha que se despliega hacia afuera y hacia adentro al mismo tiempo.
El arte como puente
Como plantea May (1975, Cap. 4) en The Courage to Create, la creatividad surge cuando una persona se atreve a entrar en relación profunda con su experiencia interna, sin evadir la tensión que allí habita. Esta postura resuena con lo que ocurre en las artes expresivas: el arte se convierte en un punto de encuentro entre lo que se siente y lo que se revela, un espacio donde la persona puede mirar su mundo interno sin la presión de nombrarlo de inmediato.
El arte sostiene sin exigir linealidad. Permite resonar con la otra persona desde las texturas, desde el gesto, desde lo que se vibra. En el encuentro grupal, crea una atmósfera compartida donde cada quien puede mostrar su mundo interno sin quedar expuesto. En lo individual, es una forma de entrar en diálogo con aquello que aún no encuentra nombre.
Acompañar desde las artes expresivas significa también reconocer que la creación es un acto político: cada marca en el papel, cada movimiento corporal, cada objeto construido es una afirmación de existencia. Por eso el arte se convierte en puente, sostén y refugio.
El acompañar como experiencia humana
Siguiendo la mirada de May (1975, Cap. 4), acompañar implica sostener un espacio donde la otra persona pueda integrar su experiencia creativa y emocional sin evitar su complejidad. La creatividad, entendida como un acto de valentía, es una forma de presencia auténtica: estar ahí mientras la persona se confronta con su propia verdad, sin suavizarla ni amplificarla artificialmente.
Acompañar es una práctica profundamente humana. Para mí, es un movimiento que ocurre cuando dos vulnerabilidades se encuentran sin jerarquía. No se trata de cargar a la otra persona, sino de ofrecer un espacio donde pueda descansar su peso, aunque sea por un momento. Acompañar implica sensibilidad para percibir los ritmos internos del otro; implica una escucha que amplifique lo que la persona intenta decir, incluso cuando lo hace en silencio.
Cuando acompaño desde el cuerpo, permito que mi respiración se sincronice con la presencia del otro. Cuando acompaño desde el género, reconozco las estructuras que moldean nuestras identidades y permito que cada persona encuentre una narrativa propia. Cuando acompaño a minorías o grupos históricamente marginados, comprendo que el acto de acompañar es también un acto ético: sostener sin apropiarse, abrir sin invadir, ofrecer sin reemplazar.
Acompañar es una forma de crear mundo en conjunto. Una co-presencia que reconoce lo sagrado de la intimidad humana.
Reflexión personal
Hay algo que siempre regresa a mí cuando pienso en el acompañamiento: la complejidad y, al mismo tiempo, la absoluta sencillez de sentir. Recordar que las emociones llegan con su propio "paquete"—su historia, su textura, su peso—y que nuestro trabajo no es añadirles más juicio, más rigidez, más vergüenza. Una vez leí una frase que me marcó profundamente: no avergoncemos más a la vergüenza. Esa idea me abrió un horizonte nuevo. Comprendí que el dolor, el miedo, la tristeza o la rabia ya vienen cargados de su propia dificultad; somos nosotros, con nuestras expectativas, reglas internas y mandatos sociales, quienes solemos volverlas más pesadas.
Desde entonces, acompañar se convirtió en un acto de suavizar la experiencia, de permitir que cada emoción exista sin defenderse de sí misma. Dejar que la persona sienta lo que se venga, sin pedirle que lo module antes de tiempo, es una forma de dignificar su humanidad. Y es también una forma de dignificar la mía.
Este proceso me transformó. Me hizo ver que acompañar no tiene que ver con saber, sino con ofrecerme como territorio blando donde las otras personas puedan ensayar su propia voz. Aprendí que la creación es una guía profunda: cada obra que surge frente a mí me revela que el alma humana siempre busca expandirse.
Explorar este tema removió en mí antiguos temores —el miedo a no ser suficiente, el miedo a equivocarme— y me mostró que acompañar también es permitir que el otro me acompañe en mi propio movimiento interno. En cada sesión, en cada gesto creativo, algo en mí se reorganiza: mi propia historia se vuelve más suave, más permeable, más auténtica.
El acompañamiento me enseñó que no estoy separada de los procesos que sostengo; soy parte de un flujo compartido que nos transforma a ambos.
Cierre poético o simbólico
Si tuviera que convertir mi forma de acompañar en una imagen, sería un espiral: movimiento continuo que nunca regresa al mismo punto, pero que honra cada vuelta del camino. Un espiral que escucha, que contiene y que permite renacer. Un gesto suave, paciente, que invita a la otra persona a caminar a su ritmo y a descubrir su propia forma de brillar.
Acompañar, para mí, es decir con el cuerpo y el arte: estoy aquí, contigo, mientras encuentras tu palabra.
María Andrea Peña Hurtado
Correo electrónico: mariaandreaph00@gmail.com

